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jueves, 31 de octubre de 2013

¿Qué tan importante, es la música para nuestro bienestar?

La música desarrolla la atención, la imaginación y la capacidad creadora, estimula la habilidad de concentración y la memoria.

 La música no es más que una secuencia de sonidos ordenados, una especie de encarnación del paso del tiempo a base de ruidos, silencios y ritmos. Sin embargo, su poder para provocar reacciones emocionales en los humanos, desde la depresión al éxtasis, es tal que se ha convertido en piedra de toque de nuestro comportamiento como especie. Además del lenguaje, la capacidad para disfrutar de la música es una de las pocas habilidades que nos diferencian del resto de los animales. Y al igual que nos ocurre con el habla, se hace difícil pensar en un día en el que no escuchemos ni una sola nota.

Un nuevo estímulo para la neurología

¿Realmente la música es tan importante para nuestras vidas? Los últimos hallazgos en neurología, psicología y biología parecen demostrar que sí: escuchar melodías agradables no sólo modifica nuestro estado de ánimo sino que puede tener una influencia muy positiva en el desarrollo cognitivo humano, en el estímulo de nuestra inteligencia e incluso en la salud. Hasta hace muy poco, estas cuestiones no habían merecido la atención de la 
ciencia, pero ahora, el estudio de las relaciones entre música y bienestar se ha convertido en una fértil fuente de investigaciones y, gracias a ellas, empezamos a encontrar respuestas a algunas preguntas seculares. ¿Existe algún mecanismo fisiológico que controle la cascada de emociones que sugiere la música? ¿Nuestra capacidad de apreciar y crear melodías está relacionada con el funcionamiento de nuestro organismo? ¿El amor por las notas se hereda? Una de las teorías más defendidas al respecto informa de que la naturaleza humana dicta las condiciones que ha de tener una secuencia de notas para que la interpretemos como una pieza musical. De hecho, es posible que la música remede lejanamente la organización de ritmos internos de nuestro cuerpo, como el latido del corazón, el tempo de la respiración o la sonoridad vocal de las palabras. De ese modo podría explicarse por qué todas las manifestaciones musicales del mundo cuentan con una base emocional común. Por muy diferentes que sean su estructura, tonalidad o ritmo, las músicas del planeta comparten una línea básica: un japonés, aunque no sepa una sola palabra de flamenco, es capaz de detectar que una bulería transmite sensaciones alegres y una taranta produce emociones más tristes. Los psicólogos británicos John Sloboda y Patrik Juslin, de la Universidad Keele, han estudiado en profundidad este fenómeno y lo han relacionado con la capacidad de sorpresa del ser humano. Sloboda asegura que "la base de nuestro comportamiento emocional es la capacidad de respuesta a situaciones que, de algún modo, nos sorprenden". Ganar la lotería nos produce un cambio repentino en nuestras vidas a mejor, y eso genera emociones positivas. Conocer que una persona amada está enferma también nos sorprende, en este caso negativamente, y produce emociones de tristeza. "Parece que la música -dice Sloboda- pone en marcha los mismos mecanismos de asombro". Los humanos, incluso los musicalmente legos, somos capaces de reconocer sutiles estructuras coherentes en una pieza musical y proyectar expectativas sobre ellas, como si anticipáramos qué secuencia de notas va a venir después. Cuando la música nos asombra con cambios respecto a lo esperado, genera una reacción emocional en nosotros. Los buenos compositores de canciones de éxito manejan a la perfección este mecanismo.
¿Será verdad que nos hace más inteligentes?

Otro fértil terreno de investigaciones es el que estudia las relaciones entre la música y el desarrollo infantil. Algunos estudios preliminares realizados en animales y humanos podrían sugerir que la melodía juega un papel en el estímulo de la inteligencia. Ciertos ratones expuestos a audiciones musicales se han mostrado más hábiles a la hora de encontrar la salida de un laberinto. Tanto ha calado la idea popularmente que casi nadie discute hoy que el estudio de partituras, la educación musical y el contacto con instrumentos son piezas básicas en la educación infantil. Sin embargo todavía no existe constancia de que la música favorezca directamente la inteligencia. Algunos datos indican que, tras escuchar piezas concretas, grupos de voluntarios obtienen mejores resultados en test de cociente intelectual, sobre todo en los que tienen que ver con la memoria espacial y las secuencias. Pero no es posible demostrar, de momento, que el efecto pueda ser permanente.
En el caso de los niños, es evidente que la música genera estados de relajación y concentración muy beneficiosos para el estudio y que el estímulo auditivo produce efectos en el complejo y plástico entramado de conexiones neuronales que se teje durante la infancia. ¿Pero tiene todo esto algún efecto sobre el cociente intelectual? La respuesta todavía es inconcreta. Lo que sí sabemos es que los pequeños se muestran familiarizados con canciones que han escuchado dentro del vientre materno y que su memoria de estos acontecimientos puede durar hasta un año. Y también que los bebés de apenas unos meses de edad son capaces de reconocer las melodías de una nana que les canta habitualmente su madre aunque se le cambie la clave y el tono. Nadie puede negarlo. El ser humano es un animal musical y ese prodigioso lenguaje de notas y ritmos que ha ideado la especie forma parte de nuestra naturaleza.

DESDE EL NACIMIENTO

Educar en la música desde la niñez es importante para que los más pequeños puedan sacar provecho de todos sus beneficios fisiológicos y psicológicos. No solo desarrollarán su sensibilidad estética, sino también su emotividad. Lo cierto es que hay una relación directa entre
lo que uno escucha y cómo piensa o actúa. También es importante cómo se escucha la música, es decir, un volumen más o menos alto, el ritmo o la velocidad, las intensidades, la cantidad de tiempo, el contenido de las letras de las canciones o el tipo de baile asociado a cada canción.
Todos estos elementos constituyen diversas formas y hábitos sociales que influirán en la manera de ser del niño e, incluso, en su manera de vestir. No obstante, es recomendable hacer un buen uso de todos los elementos. Respecto al volumen, por ejemplo, cuando es demasiado alto puede provocar falta de concentración, alteración el sistema nervioso y alteración de la salud del oído.
Según un método oficial estadounidense, el método Tomatis, la educación musical y del oído puede iniciarse en el útero materno. Alfred Tomatis era un otorrinolaringólogo francés que reveló a mediados del siglo pasado que el embrión codifica las vibraciones. Este descubrimiento fue el inicio la audiopsicofonología. Según esta teoría, es aconsejable que las embarazadas canten (aunque desafinen), porque la voz, vía columna vertebral y filtración por parte del líquido amniótico, llega al embrión. Éste escucha y percibe el sonido a través de un "preoído" que se desarrolla a partir de las tres semanas de gestación.
La música, por tanto, puede activar la escucha ya en el embrión, fundamental para todas las etapas de la vida, según Tomatis. Tan importante es la escucha que si no funciona el sentido del oído se pueden producir graves problemas de aprendizaje y del habla. En resumen, bienestar y salud desde, incluso, antes del nacimiento.


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