Una de
las consecuencias de la popularización del acceso a Internet y el uso de los
computadores personales en los hogares es el desplazamiento del medio lectura.
La pantalla, cada vez más amplia y nítida, con una inmensa gama de colores, con
el tamaño de las fuentes ajustable a discreción es superior indiscutiblemente a
la hoja de papel rígida, monocromática y pesada, reducida a un formato
único. Hay otros factores que dejan al libro en desventaja. El lector de
la pantalla no esta amarrado ni comprometido con el texto. Si no le gusta puede
“scroliarlo”; si tiene un interés específico, puede apoyarse en las
herramientas de búsqueda; el texto digital puede venir con ayudas de acceso
directo a las referencias o indirecto por medio de pantallas auxiliares donde
se desplieguen imágenes, ilustraciones, mapas, videos, relacionados con el
texto, todos sin el condicionamiento y la limitación del formato del papel. Es
decir, pensar que la lectura digital no arrollará a la lectura de libros de
papel es negar los hechos palpables.
El
problema es que la tendencia de la lectura en pantallas no tiene la menor posibilidad
de detenerse. Ya no es sólo la lectura de los textos en Internet, hay también
progresos tecnológicos en los teléfonos celulares, con los mensajes de texto;
aparatos livianos y resistentes (USB,
Kindle) para transporte de información digital que permiten la
lectura de gran número de libros en formato de e-text, sin restricciones del
sitio donde se usen; que siguen poniendo al libro a la defensiva. Esta vez
desde el punto de vista la ubiquidad. Finalmente están emergiendo sitios
undergrown para compartir libros, especialmente textos universitarios
costosos, que amenazan a la industria editorial en la misma forma que
ocurrió con las casas disqueras y la popularización del formato Mp3. El formato
de intercambio que más auge está adquiriendo es el pdf, acogido como estándar
internacional hace poco, porque conserva la fidelidad al texto de libro
original con preservación de las fuentes, paginación, colores e
imágenes. Hay también intentos de almacenamientos masivos como el de
Google.Books, el proyecto Gutemberg, la biblioteca Cervantes e intentos
fallidos como el de Microsoft (search book) que arrasó en un día la
estructura de un trabajo de digitalización de cerca de un millón de libros
hecha durante tres años.
Tomado de:
www.elabedul.net/Articulos/la_lectura_digital.php